El 8 de marzo de 2018, la celebración del Día de la Mujer, marcó un hito en la historia de la reivindicación de igualdad entre hombres y mujeres. Miles de mujeres (y de hombres también) así lo manifestaron en multitud de concentraciones por todo el mundo, en paros y huelgas con gran repercusión mediática. Pero esta reivindicación por la presencia de las mujeres en todos los ámbitos de la sociedad viene de lejos, ya que fue en 1911 cuando comenzó a celebrarse el Día de la Mujer para reclamar el derecho al voto y al trabajo. Por entonces, solo unas pocas privilegiadas podían acceder al mundo laboral gestionado por hombres. Algunas de ellas se convirtieron en fundadoras de prestigiosas firmas de belleza, como Elizabeth Arden, Coco Chanel y Jeanne Piaubert, abriendo brecha para que una nueva generación de mujeres se incorporara al mundo laboral y exigiese unos derechos de los que hasta entonces solo había disfrutado el género masculino. Hoy os cuento la apasionante historia de mujeres emprendedoras de éxito en el mundo de la belleza.
Fundadoras de grandes marcas de belleza
1910 Coco Chanel
«Decidí quien quería ser y es lo que soy».
Estas palabras definen una personalidad audaz, la de una mujer dispuesta a romper esquemas y abrir nuevos caminos para las féminas.
Podríamos decir que Chanel ha sido una marca disruptiva (término tan de moda hoy). Liberó del corsé al rígido vestuario femenino adoptando prendas típicamente masculinas a la figura de la mujer, innovó en la forma de llevar un bolso incorporando una cadena para poder colgarlo cómodamente en bandolera, puso de moda el bronceado, un estilo de vida activo para las mujeres que gustaban de practicar deporte al aire libre… Porque con su marca, Gabrielle Chanel proponía una nueva actitud vital para la mujer, que podía vivir según sus reglas y apetencias.
Es cierto que Gabrielle Chanel forjó su empresa gracias al apoyo financiero de sus adinerados amantes, pero también es cierto que solo con dinero no se construye un imperio. Hace falta talento, creatividad, trabajo, esfuerzo…
A pesar de sus escarceos en el mundo del espectáculo (estuvo un tiempo cantando en cafés para ganarse un dinero), Gabrielle canalizó su talento creativo como diseñadora de sombreros y, más tarde, de ropa y accesorios. Hay que explicar que de niña pasó unos años en una casa de acogida donde su padre la entregó al fallecer la madre. Las dificultades económicas de la familia y la falta de capacidad del padre para hacerse cargo de sus cuatro hijos, la convirtieron en huérfana. Allí recibió formación en costura, aunque es cierto que no sabía hacer patrones y que, por este motivo, sus modelos los hacía hilvanando sobre el propio cuerpo de las modelos.
Empezó su periplo en el mundo de la moda, elaborando vistosos sombreros para mujeres de la alta sociedad que los encontraban tan originales y bonitos que en poco tiempo impulsaron la actividad de Gabrielle que se decidió a abrir una pequeña tienda. Primero fue en París, donde además de sombreros empezó a trabajar otro tipo de prendas pensadas para utilizar en vacaciones o en actividades lúdicas, ya que se trataban de camisetas ligeras, con un estilo marinero. Después, repitió éxito en Deauville y, más tarde, Biarritz (la marca acaba de presentar una colección de tres fragancias que evocan estos hitos de la vida de Gabrielle, lo puedes ver aquí: Les Eaux de Chanel). Es en 1918 cuando abre su gran tienda de París, en el 31 de la rue Cambon, donde el imperio de Coco Chanel toma forma y se consagra el logo de la doble CC.
De esto hablamos el 8 de marzo de 2018, un día histórico en la celebración del Día de la Mujer: «El mundo de la belleza se mueve por la mujer«.
¿Y qué hay de los perfumes?
En 1921 nace el mítico Chanel Nº5, gracias a la colaboración de Gabrielle on Ernest Beaux, antiguo perfumista de los zares rusos. En un principio, el perfume estuvo a disposición solo de unos pocos privilegiados, ya que se fabricó una tirada muy pequeña pensando en las clases altas. Después, una vez se dio a conocer la fragancia, se empezó a comercializar en tiendas selectas de Europa y Estados Unidos.
Nº5 se considera el primer perfume moderno porque es el primero en mostrar el nombre de la marca impreso en su envase y en trabajar con una composición abstracta, desarrollada a partir de aldehídos, unas sustancias químicas que lograron que el perfume no se pareciese a ningún otro conocido. De esta manera, cada mujer podría adaptar la fragancia a su propia personalidad, libre de modas y tendencias. Y otra cosa más, con este perfume se inauguró la práctica de la concesión de licencias, ya que en 1924 se crea la sociedad Perfumes Chanel, de la que Gabrielle ostentaba solo un 10%, mientras que Pierre Wertheimer, heredero de la firma Bourjois, asumía el 70% y Theóphile Bador, dueño de Galeries Lafayette, el 20%.
Precisamente es gracias a Chanel Nº5 que la marca es hoy lo que es, ya que después de la Segunda Guerra Mundial, Gabrielle quiso renegociar el acuerdo con Wertheimer para recuperar el control de los perfumes pero no lo logró, sino que tuvo que aceptar una importante suma de dinero en concepto de las ventas realizadas en todos esos años, además del compromiso por parte de Wertheimer de costear todos los gastos de manutención de Gabrielle. Ella, por su parte, pudo así lograr el objetivo de relanzar la actividad de la maison que había quedado suspendida a causa de la guerra e impulsar la marca Chanel con una estructura de gran empresa, lo que le haría volver a situarse como la gran firma de lujo europea por excelencia.
1912 Elizabeth Arden
A comienzos del siglo XX las mujeres empezaban a reclamar derechos tan básicos como el derecho al voto. Las sufragistas, como el Daily Mail empezó a denominarlas de forma despectiva, estaban dispuestas incluso a saltarse la ley para hacer constar sus reclamaciones en marchas públicas y concentraciones (muchas de ellas acabaron en la cárcel). En ese contexto convulso, la señora Florence Nightingale Graham, más conocida como hoy en día como Elizabeth Arden, convirtió su barra de labios roja en un símbolo de poder femenino, al regalarla a las mujeres que se manifestaban en la Quinta Avenida. Pero vamos a empezar por el principio con la historia de esta gran dama…
Aunque centró su actividad en el universo de la belleza, Florence empezó trabajando como enfermera. Era hija de un farmacéutico y pasó un tiempo trabajando como contable en una empresa farmacéutica junto a su hermano, donde se interesó por el trabajado de laboratorio. Es más tarde cuando empieza a interesarse por el cuidado de la piel con un sentido estético, pues la preocupaba la pérdida de lozanía con el paso de los años.
Abre su primer salón de belleza en 1910, gracias a un pequeño préstamo que le permite contar con tres salas de tratamiento y un laboratorio. De esta manera, y ya dándose a conocer con el nombre de Elizabeth Arden, idea el ritual de tratamiento facial que conocemos hoy: limpieza, tonificación, hidratación y nutrición. Crea productos específicos para realizar el gestual completo de tratamiento, lo que causa una gran revolución entre el público femenino, acostumbrado a utilizar una misma crema para rostro y cuerpo. En las siguientes décadas, el negocio prospera tanto que la marca empieza a distribuirse internacionalmente por toda América y por Europa.
En 1930 lanzó Eight Hour Cream, su crema más famosa y que aún hoy utilizan miles de mujeres en todo el mundo. Es en realidad un bálsamo similar a la vaselina que sirve para nutrir y reparar la piel sensible y muy deshidratada. Estas propiedades han convertido al producto en un básico de los maquilladores que recurren a él cuando necesitan tratar una piel muy estropeada. Además, hoy también se utiliza para aportar un toque de brillo al cutis en la zona alta de los pómulos e incluso sobre los párpados.
1928 Jeanne Piaubert
Kinesióloga e ingeniera química, Jeanne Piaubert revolucionó el mundo de la belleza en 1928 al combinar cosmética, electroterapia y masaje. Desarrolló un método propio que aún hoy sigue vigente y que se conoce como Dermoplastia Activa.
Abre su primer salón en París, donde pone en práctica sus conocimientos sobre electroterapia médica con fines estéticos, para rejuvenecer y remodelar el cuerpo (Método Jeanne Piaubert). Y en 1938 inventa una técnica de rectificación de los senos sin cirugía. Su éxito es tal que Jeanne Piaubert empieza a diseñar pequeños aparatos con los que poder disfrutar en casa de los cuidados del salón de belleza, como Stimuloval, un aparato que estimula la micro-circulación sanguínea y linfática y que mejora la eficacia de los productos cosméticos; y Gym-Toner, un aparato corporal que proporciona un masaje profundo ultrasónico sin desplazamiento de la piel.
Otra innovación que debemos a Jeann Piaubert son las fórmulas activas, que imitan los efectos de la electricidad sobre la piel, lo que potencia los efectos de los activos.
1968 Leonor Greyl
Hace 50 años nacía la marca Leonor Greyl, fruto del amor de una pareja y de su pasión por la belleza y el cuidado del cabello. El matrimonio formado por Leonor y Jean-Marie estaba muy interesado en crear fórmulas de tratamiento capilar con ingredientes naturales y en ello pusieron todos sus esfuerzos, elaborando productos de gran calidad que hoy en día siguen gozando de éxito.
Podría decirse que la historia de la marca Leonor Greyl está muy ligada a la de una familia unida, porque no solo el matrimonio trabajó codo con codo en la empresa, sino que Caroline, hija de la pareja, también puso su granito de arena al poner nombre a uno de sus productos más icónicos, Huile de Magnolia, que surge por la afición de esta por el cantante francés Claude François, que en aquel tiempo triunfaba con la canción Huile de Magnolia.
El primer centro cosmético de Leonor Greyl abrió sus puertas en mayo del 68, en la place de la Trinité en París. Se trataba de un pequeño salón con tratamientos naturales para el cabello que en seguida triunfó por su propuesta innovadora y la calidad de los productos. Según la propia Leonor Greyl el éxito fue inmediato, ya que «la idea era innovadora y no teníamos competencia». Pasado tiempo se tuvieron que mudar a otro local más grande en la rue Tronchet, ya en 1990.
¿Qué era lo que pedían las clientes? El famoso ritual de cuidado personalizado, que todavía hoy se sigue aplicando y que consiste en un diagnóstico del pelo, aplicación de aceite y masaje sobre el cuero cabelludo en seco, colocación de una cataplasma elaborada a medida con extractos vegetales, aplicación de una crema hidratante en las puntas y un masaje en la nuca muy relajante. El ritual se completa con un lavado del pelo y un masaje mecánico por aspiración mediante una ventosa que mejora la microcirculación y fortalece la fibra capilar.
Entre los productos más icónicos de la marca se encuentran sus famosos aceites capilares, como Huile de Germe de Blé, que nace en 1968, ideal para equilibrar el cabello graso; Huile de Palme que hoy se conoce como L’Huile de Leonor Greyl; Huile de Magnolia; y Huile Secret de Beauté, por citar los más conocidos.