El olfato es el primer sentido que desarrolla el ser humano y, por tanto, es una de las primeras formas que tenemos de experimentar y relacionarnos con el mundo que nos rodea. Por ejemplo, los bebés suelen calmarse cuando identifican el olor de la leche materna o cuando huelen a las personas que reconocen. Es un sentido que transmite seguridad o alerta y, por tanto, es primordial en el instinto de supervivencia.
Frenar el deterioro cognitivo a través del olfato
Desde que nacemos, el olor está presente en un montón de aspectos de nuestra vida cotidiana. Todo huele a nuestro alrededor. El aire, la ropa, la comida… Desde que nos despertamos por la mañana, incluso antes de abrir los ojos, las primeras sensaciones que experimentamos en contacto con el mundo están motivadas por olores.
Los olores contienen un montón de información: nos alertan de un peligro, provocan emociones positivas o negativas, nos conectan a momentos de nuestro pasado, nos ayudan a identificar a una persona, un lugar, una comida, una estación, entre otros muchos aspectos, que asociamos a un olor y clasificamos en nuestra memoria.
Por ello, el olor tiene una fuerte relación con el recuerdo y las emociones. Forma parte de la que conocemos como memoria olfativa, aquella que almacena los olores y los relaciona con nuestras vivencias. Si bien hay olores que compartimos por todos de forma universal, nuestros recuerdos sobre los mismos dependen de nuestra propia experiencia subjetiva.
El cerebro emocional y el olfato
El cerebro emocional, también llamado sistema límbico, está formado por varias estructuras que se relacionan con respuestas fisiológicas ante estímulos emocionales. Estos estímulos se perciben a través de los sentidos, y recorren un camino hasta llegar al cerebro.
En concreto, los estímulos olfativos, a diferencia del resto, son aquellos que primero pasan al cerebro emocional. Cuando las moléculas del olor penetran por nuestra cavidad nasal, son captadas por el epitelio olfatorio donde se encuentran millones de células receptoras que envían un mensaje a los bulbos olfatorios del cerebro. Estos captan la información olfativa y la envían a su vez a la amígdala, la corteza orbitofrontal y el hipocampo; regiones donde se procesa y conectan con las emociones, la memoria y el aprendizaje.
Por tanto, el olor es a su vez una potente herramienta que permite estimular la actividad cerebral y ayudar a contener la pérdida de neuronas con la edad.
Las enfermedades neurodegenerativas y la terapia olfativa
Uno de los primeros síntomas del envejecimiento, es la pérdida de neuronas y, por tanto, la dificultad para establecer conexiones adecuadas en el cerebro. Una situación que se agrava en las enfermedades neurodegenerativas (demencias), que se caracterizan por una pérdida rápida y agresiva de neuronas y de las capacidades cognitivas.
Si bien es necesario tener muy claro que ninguna terapia, farmacológica o no, evitará el avance de la enfermedad, ni el paciente recuperará las capacidades cognitivas que haya perdido, estas sí pueden contribuir a ralentizar el deterioro cognitivo y funcional en su vida cotidiana, alargando por más tiempo su calidad de vida.
Entre las diversas terapias no farmacológicas que existen para prevenir y paliar los síntomas de la demencia, se encuentran las terapias de estimulación multisensorial, que ayudan a mantener el cerebro activo y a estimular la plasticidad cerebral y la memoria, para mejorar las capacidades conductuales y emocionales.
Por medio del olor, los pacientes con demencias pueden viajar a través del tiempo y las emociones buscando conexiones aún vivas en el cerebro que puedan evocar recuerdos positivos y felices, así como experimentar otras nuevas.
Iberchem colabora por primera vez en un taller olfativo para personas con demencia
En esta misma línea, Iberchem ha impartido por primera vez una formación a los alumnos del bachiller internacional del IES Francisco Salzillo, a su vez voluntarios de la Asociación de Enfermos de Alzheimer de Alcantarilla (AFADE), con los que ha preparado un taller olfativo para pacientes con Alzheimer.
Encarni Lorente, perfumista de Iberchem encargada de impartir esta formación, les ha formado para comprender el proceso olfativo, su impacto en el cerebro y su importancia en personas con demencia. “Participar en este proyecto ha sido muy satisfactorio a nivel personal. El conocimiento científico es una potente herramienta que puede ayudar a mejorar la calidad de vida de las personas. Es importante que las empresas ayudemos a difundirlo y pongamos a disposición de la sociedad la formación y las herramientas necesarias”.
Para llevar a cabo este taller, se han seleccionado varios olores relacionados con situaciones de la vida cotidiana reconocibles para todos ellos -ya que estos pueden ser diferentes según su edad y cultura-, con el objetivo de ayudarles a conectar un recuerdo de su pasado. Entre los aromas que se han seleccionado para este taller se encuentran la lavanda, el romero, el jabón de Marsella, la rosa, el limón, la menta, el chocolate y la canela.
Los primeros resultados de esta actividad aún están por evaluarse, pero Iberchem ya estudia la posibilidad de ampliar su número de actividades en colaboración con otras organizaciones especializadas en demencias.
Olores científicamente probados
Algunos de los olores elegidos ya han sido estudiados y sus efectos probados por diferentes estudios científicos llevados a cabo en todo el mundo:
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Menta
Según un estudio reciente llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Navarra, se ha observado que la exposición al mentol durante seis meses prevenía el deterioro cognitivo en ratones con Alzhéimer, e incluso, ayudaba a mejorar las capacidades cognitivas de ratones jóvenes sanos.
Sin embargo, este no es el único estudio en el que la menta ha demostrado resultados positivos sobre la respuesta cognitiva en personas de avanzada edad.
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Naranja, limón, romero, menta, lavanda, eucalipto y rosa
Otro estudio llevado a cabo recientemente por la Universidad de California entre mujeres y hombres de 85 años, ha demostrado que existen determinados olores que pueden aumentar la capacidad cognitiva en mayores en un 226% respecto al grupo de control.
La muestra fue expuesta durante una semana a un olor diferente cada noche, usando un difusor de aromas. Los olores elegidos para el estudio fueron: la naranja, el limón, el romero, la menta, la lavanda, el eucalipto y la rosa. Para comprobar los resultados se realizaron diferentes evaluaciones neuropsicológicas y exploraciones por resonancia magnética funcional al comienzo del estudio y después de 6 meses.